La noche me absorbía entre las tinieblas lúgubres y frías, mi alma débil y sin fuerzas, condenado a la noche eterna y sin luces que me alumbraran.
Lloraba sin parar, orando que la muerte me segara para no sufrir nunca más.
La gente iba y venia, pero yo seguía igual.
Mi familia mis amantes, todos fallecían y la muerte se burlaba.
Todo era odio, todo era llanto.
Muerte y vida, pero nadie que me amara, sangre, lujuria y muerte por donde mi manto pasaba
Pero una noche de luna, de entre las tinieblas, vi a la vampira más hermosa, la chica de mi estirpe pura y casta.
La reina de los muertos, la reina de los condenados… oh mi Akasha amada mía.
Soy tu siervo, soy tu amante.
Lléname de alegrías sobrenaturales, lléname de vida humana, oh mi dulce amada.
Juguemos con el tiempo, pues nunca estaremos solos, reclamemos nuestra poesía negra pero llena de vida, cantemos a la luz de la luna y llenemos esta tierra de vampiros.
Bésame en mi cuello y en mis labios, pues eso hierve mi sangre de pación y cariño
Déjame jugar con tu cabello castaño y besar eso labios carnosos… oh mi niña reina de los muertos.
Gracias, pues en ti la vida he visto, gracias pues ya no estoy solo y ya no añoro la compañía de otros.
Solo deseó tus labios o mi niña de ojos negros.
Raphael cañas
Dedicado a: Ana María Guerra
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